LAS ISLAS (Parte 3) – KORKULA, LA CIUDAD DE MARCO POLO

Marco Polo

A la mañana siguiente pusimos rumbo (vía Ferry) a Korkula, la isla donde nació Marco Polo.

De paseo por Korkula

Después de unos días por las islas, el ritmo cubano nos empezó a invadir, así que decidimos que ese día nos lo íbamos a tomar totalmente de relax. Por la mañana paseíto por la pequeña ciudad medieval de Korcula, muy bonita pero similar al resto de las ciudades medievales que habíamos visto en los días anteriores. Con su muralla y sus calles estrechas y empinadas que enfilar todas el dirección a la Iglesia.

En una horita ya nos habíamos recorrido todos los rincones de la “ciudad”, buenos, todos salvo la casa de Marco Polo, atracción turística sin interés alguno para sacar unas perras a los guiris de turno.

Comida con vistas

Total que cambiamos los planes de comer rápidamente y nos sentamos en una terracita a la orilla del mar, con vistas a la ciudad y nos metimos entre pecho y espalda unas pizzas con un vinito blanco de la zona …. No, no penséis que somos unos vanidosos por eso … vanidosos fuimos por tomarnos justo después en otra terraza un peazo helado de los grandes y una tarta de chocolate con su cafetito a juego…. Que no haya miserias.

La playa de la siesta 

Después del atracón, rodando de gordura enfilamos la larga y tortuosa cuesta hacia el coche para tirarnos en las playas de Lumbarda, se supone las mejores de la zona. Cuando llegamos ni playa ni na. Nos tiramos en unos pedruscos más solos que la una, y nos quedamos sobaos oyendo el susurro del mal y mecidos por el compás de las ramas de los árboles de un pinar cercano … esto es vida ¡!!!. Casi ni nos bañamos… pero ni nos hizo falta. Creo que si nos llegan a tomar la tensión en ese momento habríamos dado mínimos históricos ….

Atardecer en Korkula

Al caer la tarde, no sin gran esfuerzo, decidimos armarnos de valor y lanzarnos a la carrera de una sucesión de carreteruchas y cortos trayectos de ferry y en un par de horas nos plantamos a las puertas de lo que sería definitivamente nuestro respiro espiritual playero: Hvar.