domingo, 20 de noviembre de 2011

KRKA Y TROGIR – DE LA RUTA DE LA COCA COLA AL PESCADO AL GRILL

Tras 2 días increíbles, lejos del mundanal ruido turístico y tras el baño en nuestra cala privada de cada día, respiramos hondo y pusimos rumbo a la Croacia turística.

Krka - La gran cascada
En nuestra primera parada del día, tuvimos que elegir entre ver las ciudades de Zadar y Sibenik, o visitar el parque nacional de Krka. Como Tere, Pilar, Jose y Jesús, nos habían hablado bastante mal de Sibenik, lo que calificaron como el gran pufo de su viaje, optamos por naturaleza. Nos pusimos nuestras botas de montaña, y preparamos las mochilas para pasar la mañana andando por el parque nacional de Krka.

 No se si fue porque habíamos oído auténticas maravillas de sus cataratas, o porque teníamos unas ganas locas de seguir disfrutando del relax de días anteriores andando por la montaña, pero lo que encontramos allí podemos calificarlo como el gran pufo del viaje.

Agua color esmeralda
Llegamos al pueblecito de Skradin, puerta de entrada del parque, a media mañana y enseguida empezamos a notar que no iba a ser lo que esperamos. Nada más llegar tuvimos que dejar el coche en un aparcamiento disuasorio lleno de coches y nos unimos a la cola de turistas que esperaban el barquito que te lleva río arriba hacia las cataratas, la primera en la frente.

Sucesión de cascadas
Al llegar al recinto de las cataratas y tras pagar la pertinente entrada de 10 euros por cabeza, la segunda en la frente. Le preguntamos a una chica del parque qué rutas se pueden hacer y nos dice que la única caminata posible es un paseo de algo más de 1km de largo por unas pasarelas de madera.

Puerto de Trogir
Pues, nada, con nuestras botas de montaña, nos ponemos a andar entre la riada de personas por el camino de madera. Ni qué decir que no te podías parar a hacer una foto o corrías el riesgo de precipitarte catarata abajo arrastrado por la corriente de bañistas en chanclas, padres con carritos de bebé y grupos de excursiones organizadas…. Pum, tercera en la frente.
Poco a poco íbamos reduciendo nuestro nivel de relajación y una desoladora angustia vital se apoderaba de nosotros. Lo único bueno, que por ir contra el sistema (ya sabéis gente reivindicativa donde los haya….) decidimos hacer “la ruta de la coca cola” en sentido contrario a todos los demás turistas-domingueros, y por lo menos pudimos ir viendo las cataratas de las menos a las más espectaculares (con baño incluido en la más grande), lo que paisajísticamente hablando nos llevo a pensar que si no hubiera las miles de personas que había, sería un lugar realmente precioso.

Casa medieval
Plaza de la catedral
En el barquito de vuelta hacia Skradin, estuvimos barajando la posibilidad de hacernos amigos de unos mejicanos hiperricachones que tenían un precioso velero fondeado junto al puerto, pero finalmente desestimamos la idea, pues yendo como íbamos vestidos de montañeros, no pegábamos demasiado en un entorno de pareos blancos, pamelas, pendientes de perla y camisas de Ralf Laurent. … además, se nos había olvidado la Biodramina en el coche, y no era cuestión de manearnos en alta mar y montar el espectáculo.
Arroz negro y Lubina al horno
La tarde la pasamos en Trogir, otra pequeña ciudad medieval estilo veneciano, con callejuelas y palacetes, donde nos comimos nuestra primera lubina a la brasa… madre mía solo de pensar lo buena que estaba vuelvo a salivar ¡!!. Después de la cena, y tras varios intentos frustrados de encontrar un sobe (habitación) acogedor y a precio asequible (el más barato 60 EUROS), donde poder dormir, nos la jugamos a dormir en el primer camping que encontráramos cerca de Trogir. 5 Minutos más tarde habíamos plantado la tienda en un super micro camping (o patio trasero de la casa de un Croata), donde por 10 euros (eso si con duchas sin agua caliente) dormimos nuevamente a la orilla del mar, arropados por el sonido de las olas del mar.

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