domingo, 20 de noviembre de 2011

BOSNIA (parte1) - DEL TURISTEO DE MOSTAR A LA SARAJEVO MUSULMANA

Tras otra noche de lujo en nuestro pequeño reducto, esta vez sin bañito playero de buena mañana (tantos árboles no nos dejaron ver el mar…) nos lanzamos rumbo a Bosnia, con mucha expectación y algo de miedito. En el alquiler de vehículos, nos habían comentado que a Bosnia no podíamos pasar porque no nos cubría el seguro y la verdad que estábamos algo acojonados no nos fueran a forzar el coche o dar un golpe (nos comentaron que los robos eran más frecuentes que en Croacia). Además nos habían contado que la poli bosnia era bastante corrupta y se dedicaba a parar a los turistas y multarles sin motivo alguno. No obstante las ganas de aventura y lo bien que nos habían hablado de Mostar, Sarajevo y sobre todo del paisaje entre ambas ciudades, hizo que al final decidiéramos jugárnosla y comprobar con nuestros propios ojos si todo lo bueno y malo que nos habían contado era verdad.

Plotje - Castillo y Mezquita
Tras cruzar la frontera sin problemas pusimos rumbo a nuestro primer destino, la pequeña colonia de artistas en el pueblo de Pocitelj. De camino llama mucho la atención los carteles indicadores de las carreteras en ambas letras cirílica y latina, y sobre todo el hecho de que en la mayoría de ellos, la escritura cirílica está tachada o tiroteada. Esto te da la medida de que a Bosnia le está costando mucho más superar ese periodo de postguerra que Croacia y, como veríamos después, Eslovenia, hace mucho tiempo que dejaron atrás.
Plotje - Vista desde el castillo

Al llegar a Pocitelj, nos encontramos un bonito pueblo totalmente reconstruido tras la guerra gracias a los fondos aportados por la UNESCO. Se trata de un curioso pueblo amurallado, con una bonita fortaleza presidiendo lo alto de la colina en la que se asienta un conjunto de casas de piedra grisácea en los que resalta una torre sin reloj ni campana y una sencilla sinagoga. Después de unos días de turisteo extremo, nos dimos el gustazo de pasear solos por sus callejuelas empedradas, disfrutamos de las vistas desde lo alto de la fortaleza y hasta nos dio tiempo a tomarnos un refresco en una terraza cubierta por una enorme parra, desde la que se veían unas vistas preciosas del pueblo. Por supuesto, como no teníamos moneda Bosnia, pagamos en EUR y sin problema…. Salvo que nos salió un poco más caro.
Después del refrigerio y algo más tranquilos… quién dijo que Bosnia era insegura? Continuamos nuestro viaje a Mostar, para ver su famoso puente.

Las miserias de una guerra
La ciudad de Mostar jugó un papel icónico muy importante en la guerra de Bosnia. Esta ciudad siempre había supuesto un ejemplo de integración y convivencia entre ciudadanos yugoslavos de distintas etnias y religiones. Hasta tal punto que antes de la guerra civil, más del 40% de los matrimonios de la ciudad, eran entre personas de distinto credo. Esta integración tenía su símbolo más representativo en el precioso puente medieval que unía ambas orillas de Mostar, la musulmana y la cristiana ("un puente entre oriente y occidente"). El 9 de Noviembre de 1993 durante un ataque de las fuerzas que asediaban la ciudad, el puente se desploma tras recibir el impacto de varios proyectiles, un suceso que conmocionó al mundo entero.
La guerra no se olvida

Una impactante exposición fotográfica, que muestra todos los horrores de la guerra, y una piedra junto al puente, con la leyenda “Don’t forget” (no olvidar), nos hicieron ver que el recuerdo de la guerra sigue todavía muy presente entre los bosnios.

No obstante, poco queda ya de esa Mostar que fue completamente destruida durante los años de la guerra. Gracias a los fondos de la UNESCO, se ha reconstruido toda la zona antigua y tanto el puente como el resto de edificios de alrededor, lucen de nuevo imponentes sobre el precioso verde esmeralda del río Nerveta.

Restos del puente tras la guera
Y es que la Mostar actual es un auténtico hervidero de turistas que abarrotan las estrechas callejuelas, híbrido de árabe y medieval, su preciosa mezquita y ponen a prueba la resistencia del nuevo puente. Cafés, restaurantes y tiendas de suvenires se intercalan en una especie de parque temático que a veces hace difícil disfrutar del romanticismo de la singular postal que forma el conjunto de la ciudad. No pasa nada, nos dijimos… ya volveremos mañana a dormir, a ver el puente de noche, y a disfrutar de una Mostar sin turistas.  Montamos en el coche y nos pusimos rumbo a Sarajevo, donde habíamos reservado un hostal en el centro de la ciudad, para pasar la noche.
El puente de Mostar

Tardamos en recorrer los aproximadamente 110 km que separan ambas ciudades algo más de 2 horas. Por un lado porque cada pocos kilómetros te encuentras polis bosnios en la carretera que han parado a algún coche de turistas (un mito cierto). Lo mejor para evitarlo… ir a velocidad anormalmente reducida, así que de 60 km/h casi no pasamos ni un momento. Por otro lado, porque el camino entre Mostar y Sarajevo es realmente precioso. La mayoría del rato vas a la orilla del río Nerveta, por un precioso cañón que termina en un espectacular lago. Después montañas y más montañas, hasta llegar a Sarajevo.

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