Myanmar, una reflexión final

Y ya estamos de vuelta en Yangon. En unas horas tomaremos el vuelo hacia el sur de la India. Es en este momento y después de haber disfrutado del país durante dos semanas y media, que toca el momento de confirmar o desmentir aquellas primeras impresiones de cuando aterrizamos..

En lineas generales Myanmar nos ha gustado bastante. No porque nos haya impresionado a lo grande, si no más por los pequeños momentos especiales que hemos vivido en la mayoría de los lugares que hemos visitado. Algunos de los mejores sin duda...

• La espiritualidad del atardecer en la pagoda de Swedagon, iluminada por las velas y envuelta en el rumor de las oraciones de los monjes.
• La paz de las playas desiertas de Dawei y su atardecer perfecto.
• Hpa-An y el frescor de la sonrisa de los niños con los que nos bañamos en la piscina natural junto a las cuevas. También los interminables “hellos” que nos llevamos en la mochila de muchísimos, niños, adultos y ancianos con los que nos cruzamos en el camino. La Sonrisa de Birmania que engancha.
• La indescriptible visión de un mar infinito de pagodas desde la azotea de un templo budista en Bagan
• La ternura de las mujeres enseñando a Patri a colocarse la falda típica.
• Las ensaladas de limón... Qué fresquitas!!!
• ... Y muuuuchas cosas más.

No obstante, y a pesar de su indudable belleza y potencial, el país está lleno de claros y sombras. Por un lado, el tema político. A pesar de que el gobierno militar finge un cambio de actitud, el camino hacia una democracia real está lejos de llegar. Como turista eso se nota en la reticencia de la gente a hablar sobre el tema o en el férreo control sobre el turista (nos han pedido el pasaporte y hecho muuuchas preguntas hasta en los trayectos de bus). La prueba de fuego llegará este noviembre con las elecciones democráticas y la más que probable victoria de la Liga Nacional para la Democracia (les dejarán gobernar esta vez?). Como decía el taxista que nos llevó hasta el aeropuerto el último día “el gobierno de ahora son los mismos de antes, pero cambiados de ropa. Ya no llevan la ropa militar, pero lo demás es igual.”

Por otro lado en el tema social. Myanmar se empieza a abrir al exterior y eso significa oportunidades para los locales. La duda está en como se gestione el acceso a esas oportunidades. En nuestra opinión el rápido e incontrolado desarrollo del país está generando un aumento de la desigualdad. Con gente pudiente que empieza a vivir un estado de bienestar grande, con un estilo de vida occidentalizado y a la vez mucha gente que no tiene donde caerse muerta y vive a años luz de esa nueva realidad, con la que difícilmente algún día podrá soñar.

Además, tenemos que decirlo, estamos bastante descontentos con el trato al turista. Si bien nos hemos encontrado muchísima gente super amable y encantadora, pocos de ellos se dedican al turismo como forma de vida. Nuestra impresión es que al turista se le ve como una manera de sacar dinero fácil, lo que hace que en general los precios de cosas como el transporte o el alojamiento sean desorbitados (no vamos a hablar ya de los injustísimos impuestos revolucionarios del gobierno). Esto no es bueno para el país y contribuye a crear un sentimiento de resentimiento por parte de los que viajamos y consideramos que por la cosas hay que pagar un precio justo (y no uno de turista). Y por otro lado se empieza a apreciar el síndrome del turista en la gente local que vive de nuestro dinero: niños que aprenden a ser oportunistas, majos con el turista para conseguir unas monedas, pero que sino las consiguen ya no hablan contigo; gente encantadora en los hostales, pero a la que no ves sonreír si no se está dirigiendo directamente a ti... Cuantas veces nos hemos preguntado el uno al otro“crees que son majos de verdad o que solo lo son porque somos turistas?” Esa pregunta nos la empezamos a hacer en cuanto llegamos a Bagan y nos persiguió por la zona del lago Inle también. Ese problema ya se vive en otros países de esta zona muy turísticos como Tailandia y es un problema estudiado y confirmado, locales que odian al turista, pero que son increíblemente majos con él.

En resumen, el país necesita un gran cambio para no convertirse en otro desastre capitalista como tantas repúblicas bananeras sin solución. Necesita un cambio político, necesita un empujón social. Necesita abrirse al mundo y dejarse ayudar (no como ocurrió cuando se negó en 2008 a recibir ayuda exterior tras el paso del ciclón que arrasó el país). El potencial está ahí: los recursos naturales, la fuerza y el empuje de sus gentes, la belleza de sus paisajes y toda esa historia por enseñar.

En la oscuridad de una pagoda y frente a una imagen de Buda que tanto representa en este país, encendemos una vela ficticia por todas las gentes de Myanmar. Ojalá el cambio se haga realidad. Mucha suerte y muchas gracias! Minga Lapar!