miércoles, 25 de febrero de 2015

La Isla de Palawan, o como encontrar la paz que a veces necesitamos

Hay muchas veces en la vida que vamos demasiado rápido, como maquinas que se encienden y nunca se detienen, soportando la fricción del no parar. Maquinas que se recalientan, que están faltas de mantenimiento, necesitadas de un buen engrase.

Así nos encontrábamos nosotros en octubre. 15 meses después de llegar a China, exhaustos, sin haber parado ni un momento. Consumidos por la experiencia, por el cumulo de vivencias, por las largas noches de estudio, por los fines de semana trabajando y las jornadas de sol a sol. Ibamos de hito en hito, de proyecto en proyecto y de repente nos dimos cuenta, que hacia mucho, mucho tiempo que no pasábamos una tarde de domingo en el sofá viendo una peli, leyendo un libro, o perdidos en nuestra caja de la nada. Y así llegó Filipinas...

Una noche de finales de septiembre, a una semana de las vacaciones de Octubre, encontramos ese momento en que nos pusimos a decidir donde ir para la Semana Nacional. Como siempre grandes ideas y proyectos ambiciosos llenaron nuestro imaginario rápidamente ... Y tan pronto como llegaron esas ideas, las dejamos ir. No, esta vez no, nada de madrugones, nada de caminatas de sol a sol, de buses nocturnos o líos de cualquier tipo, ... Esta vez no, esta vez solo queremos hacer “nada” ... Y esa nada tenia un nombre: la Isla de Palawan, en Filipinas.



Así decidimos a lo loco comprar un vuelo para Manila y montar un viaje para no hacer nada, para parar la maquina, para engrasarla y ponerla a punto otra vez... Y vaya si lo conseguimos.

Casi sin darnos cuenta, aterrizamos en esa pequeña isla del archipiélago de Filipinas. Impactante ver el cielo azul otra vez, escuchar el sonido del mar y sentir ese calorcito húmedo de los países con clima tropical. Nos miramos y sonreímos, y ya no paramos de sonreír en una semana.

Los primeros días los pasamos en una isla desierta, si, si ... Literalmente desierta. Imaginaros una isla paradisiaca con doce cabañas y solo dos de ellas ocupadas, la nuestra y la de otros dos robinsones a los que únicamente vimos para la hora de las comidas. No se puede pedir mas. La agenda del día: levantarse tras dormir unas 12 horas, chapuzón en la playa, desayuno, leer un libro en la tumbona (la única en la playa), snorkel, comida, siesta, chapuzón, paseo, cena, relax en la hamaca y a dormir.... Y así durante tres días... Al final nos forzamos a nosotros mismos a abandonar ese paraíso, y volvimos a la isla grande mientras las mas de 10 personas que nos habían atendido durante esos días nos dijeran adiós desde la orilla.


Siguiente y ultima parada, El Nido. El Nido es un pequeño pueblecito costero en la punta de la isla, al que poco le queda para continuar siendo ese paraíso perdido al que fue a parar Jason Bourne intentando escapar de su pasado en la famosa saga de espías. Rodeado de mas de 40 pequeños islotes con playas idílicas, aun pervive como reducto de mochileros, principalmente por lo complicado de su acceso. No obstante, un proyecto faraónico que se prevé construir en los próximos años, con una mega urbanización de lujo, seguramente suponga el fin de este paraíso secreto.

Los días en El Nido fueron una combinación de actividad y degustación. Actividad porque los tres días que estuvimos en la zona no paramos de hacer cosas; degustación, porque cada noche nos acercábamos a la playa a cenar en una de las barbacoas de la orilla del mar, unos pescados del día con su correspondiente San Miguel.

El primer día, nos montamos en un barquito y fuimos dando saltos de isla en isla, de laguna en laguna, con las gafas de snorkel y el bañador, disfrutando de los pececillos tropicales y de las playas de arena blanca y fina, resguardadas por montones de palmeras.



El segundo día llego el plato fuerte y después de tanto tiempo, nos volvimos a enfundar los trajes de neopreno y la bombonas de buceo, que desde Panama no habíamos vuelto a usar. Vaya día a remojo con tres inmersiones en distintos arrecifes de coral. Tortugas gigantes, alguna manta ralla y miles de pececillos tropicales, ... Pero lo mas impactante sin duda, un espectacular jardín de coral con bancos enormes de peces, eso si, esa vez cámara en mano para no perder ningún detalle.


El tercer día,  alquilamos una moto para ir recorrer la parte de la isla e ir a una playa en la parte mas al norte. Lo que parecía un tranquilo paseo en moto, se convirtió en algo así como una suerte de rally con la carretera super embarrada y llena de gigantes charcos que hicieron que al llegar a la playa nos metiéramos al agua con zapatillas y todo. Después del lavado unas horitas de relax en una playa inmensa y desierta y de comer calamar a la barbacoa (ya veis que no perdonamos una ocasión de comer pescado ... Como echábamos de menos el buen pescado).

Y al cuarto día en El Nido tocó volver... Que penita irse de Palawan. No obstante, aun nos quedaba una ultima sorpresa al llegar al “aeropuerto” vip de El Nido. Una “guagua” haciendo de bus de enlace, billetes de madera, un grupo de señoras cantando y bailando para despedirnos y alfombra roja para montar al avión... La única manera posible de decir adiós a este paraíso es como lo recibimos siete días antes, con una sonrisa de oreja a oreja.... Eso si, ahora con la maquina bien engrasada y preparada para funcionar otra vez al 100%.

Aquí tenéis el enlace a las fotos De Filipinas





5 comentarios:

  1. maravillosos los sitios. Dan ganas de ir a descansar.
    Seguir escribiendo, nos haceis sonreír también a nosotros.
    Disfrutar todo lo que podais.
    Besos

    ResponderEliminar
  2. maravillosos los sitios. Dan ganas de ir a descansar.
    Seguir escribiendo, nos haceis sonreír también a nosotros.
    Disfrutar todo lo que podais.
    Besos

    ResponderEliminar
  3. Dice abuela que si tuviera unos años menos os hacia compañía
    Las playas son bonitas pero lo que mas nos ha gustado son los peces,corales,vegetacion de los lugares de buceo
    Dos besos uno de abuela y otro nuestro

    ResponderEliminar