domingo, 10 de febrero de 2013

EL MÁGICO VALLE DE GLENDALOUGH

A penas dos semanas después de mi primera incursión en tierras irlandesas allí estaba de nuevo, en el aeropuerto de Dublín, para comenzar la segunda parte de mi viaje por la isla. Esta vez lo hacía en compañía de Patri, para combinar un fin de semana largo de turismo extremo con una segunda visita a la familia irlandesa.

Torre y cementerio
Nuestra primera parada era el valle de Glendalouch, situado a una hora escasa de Dublín, y que cuenta con uno de los restos monacales mejor conservados de Irlanda, rodeados de un paisaje idílico que invitaba al paseo y la reflexión.

Nada más llegar al aeropuerto de Dublín recogimos nuestro coche y emprendimos camino a este recóndito valle, para disfrutar de nuestra primera experiencia por los carretines irlandeses. Esa primera noche la pasamos en el albergue de Glendalough. Un sencillo hostel, que como descubriríamos a la mañana siguiente, se encuentra en un lugar estratégico para visitar los lagos.

El objetivo de esta primera mañana era el patearse el valle y disfrutar de la naturaleza que rodea los lagos de Glendalough. La mañana amaneció nublada, lo cual nos permitió disfrutar de los lagos en un ambiente super especial, casi mágico.

A pesar de las recomendaciones de la mujer del albergue, optamos por hacer la ruta más larga y bordear los lagos subiendo por la montaña y ver las vistas (si era posible) desde los numerosos miradores que jalonan las inmediaciones.

lago pequeño
Pasear por el valle de Glendalough es un deleite para los sentidos. En cuanto abandonamos la orilla del lago grande, empezamos a disfrutar del otoño irlandes. Bosques de hoja caduca que se intercalan con frondosos pinares, escarpados riscos y explanadas de monte bajo. Que tranquilidad caminando los dos solos en la naturaleza, envueltos por la bruma y la niebla, entreviendo los lagos y las ruinas monásticas.

Después de un super paseo de casi cuatro horas, nos encaminamos a los restos monásticos. La historia de este enclave como lugar de culto religioso el bastante curiosa. Resulta que un hermitaño decidió irse a vivir allí a comer raíces y hablar con los animalitos .... y después de siete año solo, la idea de ser hermitaño en Glendalough le moló a un grupo de pirados que decidieron ser sus discípulos (digo yo... que igual un hermitaño lo que busca es estar solo,no? ... no tener discípulos). Total que poco a poco hubo más hermitaños que ser fueron uniendo al grupo de pirados hasta que se formó un asentamiento permanente, con su monasterio, cementerio y demás edificios para vivir como hermitaños (o no).

Lo que hoy llamamos el conjunto monástico de Glendalough es lo que queda en pie de todo aquello. Bonito si, pero nuevamente, y como es la tónica general en esta isla, la belleza de sus ruinas está en el valor de la naturaleza que las rodea.

vista de bajada al lago grande
Después de pasar gran parte del día en Glendalough decidimos cruzarnos la mitad de la isla para ir a dormir a Killarney y acercarnos a nuestro objetivo del día siguiente: la península de Dingle.

De camino a Killarney hicimos parada en la ciudad de Castle, para ver la famosa fortificación de "Rock of Castle". A pesar de que cuando llegamos ya estaba cerrada y únicamente pudimos dar una vuelta por los alrededores, la paradita mereció la pena. Si bien no es tan espectacular como se ve en las fotos (ahora está llena de andamios), sin duda en un buen ejemplo de fortificación (quizás la más expectacular de toda Irlanda).

naturaleza salvaje
A pesar de la paliza qe llevabamos encima, alargamos un poco más el día y os dimos un paseo nocturno por Killarney.... no muy largo, que teníamos unas ganas enormes de disfrutar de una buena ducha y una cama calentita en nuestro super B&B .... cómo mola esto de viajar en temporada baja: alojamiento superior a precio de saldo.

Un té calentito y pronto a dormir ... que al día siguiente había que madrugar para aprovechar las pocas horas de luz que tiene la isla en estas fechas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario