Tras abandonar Cusco pusimos
rumbo a Bolivia, y más concretamente a la Isla del Sol. La Isla del Sol se
encuentra en el lado boliviano del lago Titicaca, a una hora en lancha de
Copacabana, un caótico pueblo a pocos kilómetros de la frontera con Perú.
![]() |
Copacabana |
Sin siquiera haber llegado a
Copacabana, ya nos dimos cuenta que Bolivia iba a ser diferente de Perú. Y es
que justo antes de cruzar la frontera, nos bajaron del autobús y nos dieron
algo de dinero (en soles) para que lo cambiáramos y nos compráramos un billete
en colectivo hasta Copacabana, que ellos seguían en otra dirección.
A pesar del esfuerzo de primera
hora de la mañana, no tuvimos ningún problema en llegar a Copacabana y juntar
un grupo de personas para salir directamente en lancha privada a la Isla del
Sol. Nuestro destino, la parte norte de la misma, la menos turística, y donde
se encuentran la mayor parte de las ruinas.
![]() |
La playa del lago |
A pesar de que teníamos un
ambicioso plan, que pasaba por caminar durante varias horas de punta a punta de
la Isla, nada más llegar al pequeño pueblecito de la parte norte cambiamos de
idea. Lo primero porque el pueblecito nos cautivó. Es increíble que aún siendo
un destino tan turístico se conserve tan virgen. Apenas una treintena de casas
de adobe reposan de forma desordenada a la orilla del segundo lago más grande
del mundo, el Titicaca. Además nos bastó una caminata de 3 minutos para
encontrar una paradisíaca playa de arena, completamente desierta a casi 4.000
metros de altura. A la orilla de la playa nuestra habitación en una casa de dos
plantas con un ventanal enorme con vistas al “mar”… y por solo 4 euros la
noche, una maravilla!!
![]() |
El mediterráneo? |
Cautivamos por la belleza de la
playa, las aguas cristalinas del lago y el calor sofocante que pegaba a medio
día, nos vimos obligados a pegarnos un baño en el Titicaca. Ni que decir tiene
que el agua estaba congelada, pero la sensación de estar en una playa del
mediterráneo a cuatro mil metros de altura valía el esfuerzo. Y si, la Isla del
Sol curiosamente recuerda mucho a una isla del mediterráneo, un curioso ”deja
vu”, que nos trasladó de forma instantánea a las costas de Dalmacia o a las más
cercanas Baleares.
Después del bañito y el almuerzo
pusimos rumbo a las ruinas del extremo norte. Realmente apenas si se conservan
una mesa ceremonial, los restos de un templo, una piedra sagrada y pocas cosas
más. No obstante, el verdadero valor de estos restos, no reside en lo bien
conservados que están, si no en su significado que está unido a la importancia
de la Isla en las culturas precolombinas.
La Isla del Sol ha sido desde
hace miles de años un santuario para al menos tres culturas. Las dos más
recientes los Tiawanaku y los Incas. Según las leyendas incas, de la Isla del
Sol salieron los dos primeros Incas, así que imaginaros lo importante que era
para ellos.
La Isla del Sol funcionaba como
un santuario al Dios Sol. Peregrinos de todos los países de Sudamérica acudían
a la Isla a hacer ofrendas a este Dios. El lugar más importante de la Isla era
una piedra sagrada en forma de Titi (felino), que estaba cubierta de láminas de
oro. Junto a esta piedra, el altar en que se realizaban las ofrendas y
sacrificios.
![]() |
Mesa ceremonial |
Se dice, que para llegar a esta
piedra, había que traspasar al menos 7 puertas. Cada paso era un ritual de
purificación. Las últimas tres, se encontraban en las cercanías del altar, y
estaban custodiadas por sacerdotes, que únicamente dejaban pasar si
consideraban que los peregrinos eran puros (y llevaban suficiente oro y otras
cosas de valor, pero como ofrenda no vayáis a pensar mal).
Los sacerdotes, además hacían en
el altar todo tipo de sacrificios de llamas y a veces humanos, para agradar al
dios Sol. El más representativo se hacía cada solsticio de verano, en que una
virgen era sacrificada en honor al Dios. La pobre virgen era una de las niñas
guapas de familia bien que residían como monjitas en la cercana Isla de la
Luna. Lo curioso es que estas chicas eran escogidas entre todas las del reino
por su belleza y se preparaban durante años para ese momento, siendo un gran
honor para ellas y sus familias el que las sacrificaran. Pero no os penséis que
eran muy bestias, en lugar de cortarlas la cabeza y esas cosas que seguro
estáis pensando, solían matarlas de sobredosis, para que no sufrieran.
![]() |
Atardecer |
De vuelta de las ruinas,
disfrutamos de un precioso atardecer en el lago, eso si ya con toda la ropa de
abrigo puesta, pues al estar tan alto, en cuanto se va el sol, las temperaturas
bajan una barbaridad.
Después de dormir acunados por el
sonido de las olas, a la mañana siguiente, y tras desayunar sentados en la
playa (y terminarnos el bote de nutella); fuimos a ver el pequeño museo del
pueblo, que contiene principalmente restos de un cercano pueblo sumergido en el
lago (la Atlántida, según los lugareños). El museo, no obstante apenas si
cuenta con nada de valor, ya que las más de 150 piezas de oro y plata que tenía
han sido trasladadas a La Paz, después de que los peruanos intentaran robarlas
y fueran atrapados en la frontera.
Quizás lo más interesante del
museo, fue charlar con el encargado del mismo, un abuelete que nos relató como
toda la comunidad había participado del descubrimiento, ayudando al famoso
“Jacques Costeau” a explorar las profundidades del lago y desenterrar sus
tesoros más ocultos. Era muy gracioso como el abuelete hablaba con tan cercanía
de ese espigado francés de pelo cano (como lo describía él).
Y es que la comunidad juega un
papel muy importante en la preservación de las riquezas arqueológicas de la
Isla del Sol, ya que son ellos los que administran todo el patrimonio, cobran
entradas, hacen de guías, cuidan las ruinas y hasta hacen de arqueólogos para
desenterrar aún más cosas. Todo esto además de cuidar sus ovejas, que no solo
del turismo vive el pastor.
Después de la interesante charla,
con pena por dejar un sitio tan agradable y con tanto magnetismo, volvimos a
Copacabana y de ahí rumbo a La Paz, donde empezaríamos nuestro recorrido por el
altiplano boliviano.
Adjuntamos el link a las fotos:
Besos
Patri y Juan
La verdad chicos es que os habeis organizado muy bien el viaje....Teneis una gran suerte al poder ver cosas tan emblematicas como el lago Titicaca y poder disfrutarlo sin gente.....
ResponderEliminarSiempre me imagine que Copacabana era un poco mas grande,parece bonito,.
Gracias por ampliar nuestros conocimientos exploradores.
Abuela dice que que bien elegian a las chicas...
Un beso muy fuerte.
Abuela Dioni y mama Mila
El lago parecía el paraiso, me producía relax y paz total y la isla de los dioses una gran leyenda, como esta ya tendreís un montón para cotar de viejecitos.... vivir y disfrutar.besos la tiita.
ResponderEliminarHola pareja, hoy os he podido leer y escribir. He estado varios días sin internet.
ResponderEliminarAhora estoy en Veracruz y es bonito. Los comercios de españoles.
Ahora nos vamos a un salto de agua de camino a san Andrés.
Todo precioso, que experiencia.
Besos y seguir así de guapos.
Mama